Cuando nos embarcamos en un nuevo negocio, a menudo tenemos muchos miedos e inquietudes. Es algo lógico, porque lo primero que tenemos que hacer para intentar ganarnos la vida es, irónicamente, desembolsar una cantidad de dinero, invertir, para levantar nuestra empresa, conseguir que tenga visibilidad y de esta manera poder iniciar nuestra actividad.
El desembolso inicial es una de las cuestiones que más echan para atrás a potenciales emprendedores que ven cómo les es imposible aventurarse de cualquier manera a fundar un nuevo proyecto de negocio. Por eso resulta necesario que, además de que tengamos claro que vamos a tener un hueco en el mercado, podamos obtener todo lo que necesitemos para empezar con nuestra actividad a un coste que no nos ahogue a las primeras de cambio.
Cuando en nuestro negocio tiene que ver con instalaciones deportivas, el cuidado tiene que ser supremo. Este tipo de recintos no suele ser barato, y su calidad es determinante para conseguir una clientela fiel que esté dispuesta a pagar un dinero por utilizarla. Y también para evitar problemas futuros que nos obliguen a pagar por reparaciones.
Todo esto lo he tenido en cuenta a la hora de iniciar un negocio basado en el alquiler de pistas de pádel. Este es un deporte que está de moda en la actualidad. No en vano, le ha robado muchísimo protagonismo a un coloso como el tenis, y desde luego se trata del deporte de raqueta del futuro. Ahí es donde se enmarca la oportunidad de negocio. Una oportunidad que no ha sido nada fácil de establecer a causa de la dificultad que he tenido para encontrar a una empresa que pudiera encargarse de la construcción de las pistas y de su equipamiento a un precio razonable.
Esta empresa ha sido Niberma. Encontrarla y ponerme en contacto con sus trabajadores ha sido una auténtica bendición, porque empezaba a darme por vencido a la hora de encontrar un constructor de calidad que no se excediera con el precio. Después de presentarme les hablé de mi proyecto y se mostraron muy interesados en él. Coincidían conmigo al afirmar que el pádel era un buen negocio y la verdad es que demostraron tener un interés sincero en ayudarme.
No me quedaba ninguna duda acerca de que acababa de encontrar a quien andaba buscando. Niberma se puso manos a la obra y empezó a construir las pistas en un terreno que yo previamente había comprado. Ya no era posible echarse atrás. El desembolso inicial lo acababa de acometer y estaba seguro de poder rentabilizarlo a corto o medio plazo.
Un recinto óptimo para la práctica del pádel
Los trabajos de construcción duraron unas cuantas semanas. Para cuando el recinto estuvo construido y equipado, podía entrever el éxito que estaba por venir. Desde un punto de vista objetivo, creía tener las mejores pistas no solo de mi municipio sino de toda la comarca. Eso se tenía que traducir en grandísimos resultados para mi negocio. Sí o sí. No me cabía duda.
Y así fue. Casi desde el primer momento empecé a ganarme la confianza de todas las personas que solían jugar al pádel en el pueblo y alrededores. Conseguí que la gente se asociara al club que también fundé y que terminaría compitiendo en las mejores ligas provinciales. Sin embargo, lo importante era que el negocio funcionaba y que tenía visos de futuro, ya que entre mis socios se encontraba un número importante de jóvenes.
En la actualidad, las cosas siguen muy bien. Tengo fidelizada a gran parte de mi clientela, una clientela que se muestra bastante cómoda con unas instalaciones de primera y que también están equipadas con luz artificial (para también poder jugar de noche) y con vestuarios. Y es que los emprendedores en el mundo del deporte tenemos que poner los mejores medios para que todos los deportistas se encuentren cómodos y seguros. Esta ha sido una de mis premisas y creo que, por suerte, he podido conseguirla.