Las manillas que una puerta necesita.

Las manillas o manetas son un sistema de apertura de puertas conformado por una palanca metálica que introduce hacia dentro el picaporte. Es una de las partes de la puerta que más resalta a la vista y, por tanto, adquiere un carácter decorativo. Si las puertas son un invento moderno, las manillas, tal y como las conocemos en la actualidad, se incorporaron siglos más tarde. Veamos cómo este accesorio ha evolucionado a lo largo de la historia y ha variado su forma y funcionalidad.

La primera mención escrita sobre las puertas aparece en la Biblia, en el Antiguo Testamento, en concreto en el Libro de David. El rey David preparó hierro en abundancia, madera de cedro y una incalculable cantidad de bronce para colocar las puertas en el templo de Yaveh. El templo lo terminó su hijo Salomón, y a su entrada situó una puerta de dos hojas hecha con madera de olivo silvestre y otras de ciprés. Si bien esta es la primera vez que el término “puerta” aparece en un texto escrito, se sabe que el hombre ya las utilizaba con anterioridad.

En la antigua Mesopotamia, la casa sumeria estaba formada por habitaciones rectangulares dispuestas alrededor de un patio por el que entraban la luz y el aire. Se comunicaba al exterior por una única salida tapada por una tabla de madera. Desde entonces las puertas han evolucionado a lo largo de la historia.

En el antiguo Egipto se utilizaban puertas de madera de grandes dimensiones, empleadas en monumentos funerarios. Algunas de ellas se conservan en el Museo de El Cairo. Para su cierre se empleaban cerrojos que se accionaban a modo de palanca con unas llaves del tamaño de un brazo.

Pocas referencias hay sobre las puertas en el periodo greco-romano. En la Odisea se habla de grandes llaves de cerrojos de madera. De Roma proviene la puerta plafonada, recuadros de madera encastrados en molduras que llevan en sus laterales los largueros y travesaños. Los arqueólogos no han podido documentar el sistema de cierre de estas puertas, desde luego no utilizaban manetas.

En la edad media se emplea la madera para cerrar edificios y habitaciones. Se utiliza la puerta entablada, tablas unidas entre sí por elementos transversales. Las puertas eran toscas y gruesas. En algunos edificios nobles aparecen por primera vez apliques metálicos, que más que como sistema de apertura, ayudaban a mover la pesada puerta.

En el renacimiento español aparece la puerta castellana. Las puertas adquieren un carácter decorativo y son un elemento distintivo de clase y posición social. En esa época, y sobre todo en el barroco, a las puertas se les decora con multitud de fornituras. Se instalan pomos y vistosos llamadores de hierro.

Es en la Francia absolutista de Luis XIV, el rey sol, donde en las puertas interiores comienzan a colocarse apliques con acabados en porcelana o en cristal parecidos a las manetas actuales, si bien tenían una función más decorativa que funcional.

El sistema de apertura de puertas por medio de manetas no se populariza hasta el siglo XX. Hasta entonces eran soportes donde meter la mano para desplazar la puerta hacia el interior o el exterior.

Las manillas de Getaria.

En el 2013 se difundió el hallazgo de un galeón flamenco hundido frente a las costas del País Vaso. Portaba más de 250.000 manillas fabricadas en cobre. Se sabe que se utilizaban en el tráfico de esclavos.

En la revista «Crónica Numismática» se publicó en el 2005 un artículo muy interesante sobre la utilización de las manillas como moneda entre los siglos XVI y XIX.

Los caciques de las tribus que poblaban la actual Nigeria lucían brazaletes fabricados con distintos metales que denotaban prestigio y poder. Eran joyas que se llegaban a utilizar como dote de boda o para atesorar riquezas. Durante las visitas de los primeros comerciantes portugueses a la zona, las argollas de metal que aparecían en los barcos y las asas de los baúles, cofres y otros muebles llamaron a atención de los líderes africanos. Descubrieron que esos accesorios podían intercambiarlos por otros productos como marfil, pimienta, aceite de palma, y sobre todo, esclavos.

Los portugueses decidieron utilizar las manillas que lucían las puertas castellanas como moneda y encargaron su producción en masa a herreros y orfebres. Las manillas estaban fabricadas en cobre, bronce o latón. Un documento histórico indica que un mercader portugués pagaba 12 manillas por un esclavo. Pronto las joyas que lucían las familias de los caudillos de los pueblos de la rivera del Níger no eran más que ornamentos de puertas y muebles castellanos.

Portugal intentó guardar celosamente su secreto, pero no lo consiguió. Comerciantes ingleses y holandeses se percataron del valor de estos objetos en el tráfico de esclavos. En las forjas de Brixtol y Nantes comenzaron a producirse en grandes cantidades. En 1865, un comerciante británico poco escrupuloso mandó fabricar en Birmingham manillas de hierro recubiertas por un baño de cobre. Los nativos descubrieron enseguida el engaño y el mercader tuvo que abandonar el puerto con su mercancía.

Las manillas fueron llamadas durante mucho tiempo “el dinero de los esclavos”. Su utilización como moneda de cambio en la costa occidental africana se extendió hasta mediados del siglo XX.

Las manillas actuales.

En la actualidad las manillas son un sistema de apertura y cierre de puertas articulado a la cerradura. Está formado por una o dos palancas metálicas que se conectan a través de un eje que atraviesa la puerta y la cerradura. El eje tiene perfil cuadrado o hexagonal y encaja a la perfección en un orificio integrado en la cerradura que desplaza el picaporte. Esta es una pieza móvil y saliente que queda alojado en un hueco abierto en el marco de la puerta, haciendo palanca e impidiendo que la puerta se abra. En el interior de la cerradura hay un muelle que empuja el picaporte hacia el exterior, devolviendo esta pieza a una posición saliente y colocando las manillas en horizontal. El picaporte está rebajado por el lado en el que cierra formando un resbalón.

Las manillas no vienen instaladas en serie en las puertas, sino que se colocan a posteriori. Se fijan a ellas por medio de tornillos, por lo que hace sencilla su sustitución. A grandes rasgos podríamos clasificar las manillas en tres tipos:

  • Manillas de placa. Las placas son trozos de plancha fina de metal, alargado y rectangular, que protegen la puerta de los roces del uso diario. Están colocadas entre la manivela, la palanca con la que abrimos, y la puerta. Se fijan con tornillos y son las que permiten la instalación y estabilidad de las manillas.
  • Manillas de roseta. La roseta es una placa decorativa, más pequeña que las placas normales. Puede ser cuadrada o redonda y no protege la puerta. Con frecuencia actúa como embellecedor que oculta el sistema de anclaje. Este puede consistir en pasadores que ajustan una de las dos manivelas al eje central.
  •   Son manillas con forma de pera o de pomo, accesibles a la mano, que abren y cierran la puerta con un simple giro de muñeca. Es frecuente que en uno de los dos lados disponga de un seguro que bloquea su mecanismo.

La mayoría de las manillas se producen en latón. Para Manigrip, fabricante de accesorios para puertas, las manillas pueden aportar el toque de diseño que una puerta necesita. Aparte del color y del lacado, las puertas utilizadas hoy en día son sencillas y carecen de elementos decorativos.

Las manillas más utilizadas tienen un baño dorado o niquelado, en tono mate o brillo, que contrasta con el fondo de la puerta. Las manivelas suelen presentar líneas rectas, curvas o con algún tipo de ondulación ergonómica que se adapta a la forma de la mano. Sin embargo, en el mercado podemos encontrar manillas con un acabado especial que le dan un aspecto artístico.

Manillas con un esmalte envejecido, como de bronce antiguo u oro viejo, con un aire añejo. Manivelas terminadas en porcelana, de un solo color, con algún tipo de dibujo o simulando el veteado del mármol. Placas grabadas con bajo relieve con figuras ornamentales, detalles florales o dibujos de época. Hasta mangos con incrustaciones de cristales de Swarovski. Estas son solo algunas de las múltiples ideas que te puedes encontrar.

Las manillas pueden aportar la singularidad que quieres dar a la puerta. Haciendo que esté acorde con el estilo decorativo de la casa o de la habitación. Sin necesidad de cambiar la puerta original. Sustituir un elemento tan vistoso como este, cambia por completo el aspecto de la puerta. Su reemplazo lo puedes realizar tú mismo, basta con desmotar las manillas actuales y sustituirlas por las nuevas. Hay que tener cuidado en las manillas con placa, asegurarnos de que la placa nueva cubre los agujeros que sobre la puerta dejó la antigua. No existen medidas estándar.

Si quieres darle un toque distinto, no te conformes con las manillas actuales que lleva tu puerta y piensa en qué manillas necesita.

 

 

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